Galería Fermay se complace en presentar Et Fuga, una exposición individual del artista Eduardo Martín del Pozo (Madrid, 1974).

La obra de Eduardo Martín del Pozo es sin duda deudora de esa fértil abstracción gestual que recorrió Europa y Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XX. En esa Europa entra también la España de los años 50 y 60, en especial esas experiencias tan maravillosas que fueron el grupo el Paso o Cuenca, hasta otros autores más recientes como el eterno Miguel Angel Campano. Martín del Pozo hace suya esta genealogía y le aplica una lógica propia, aquella en la que se batalla cada centímetro de lienzo para dar con la pincelada adecuada y hacer realidad la pintura. A priori formalista, su obra es sin embargo un repositorio de ideas y conceptos que van desde la filosofía hasta la música barroca. El lirismo de sus composiciones viene acompañado por una superficie pictórica realmente palpitante en la que no solo queda representada la imagen final si no que también se intuye esa parte procesual tan importante de la pintura en la que suceden esos accidentes tan oportunos. El vocabulario abstracto de Del Pozo alterna a su vez referencias a otros géneros como la naturaleza muerta o el paisaje, además de coquetear con la ilusión espacial la cual nos remite en forma de eco a los grandes maestros de la pintura barroca.

Et Fuga presenta la obra más reciente de Del Pozo. Si bien en los últimos años el artista ha ido depurando su plástica hacia un lenguaje basado en la geometría, el gesto puro y el color se ha ido reduciendo al blanco y negro -radicalmente en la serie anterior, Praeludium-, con este proyecto expositivo quiere escapar de ese rigor recuperando el color y la libertad gestual. Así como el propio artista admite, y otros antes que él como el pintor español Esteban Vicente, su obra no se desarrolla por proyectos estancos sino que todo forma parte de una constante exploración del medio pictórico; tanto de sus valores formales como de la fuerza expresiva y emocional inherente a la pintura. Es por ello que el título de esta muestra, Et Fuga, hace referencia a ese recurso musical del que Bach fue precisamente tan aficionado, y que consiste en una especie de ramificación, o variación, con la que el artista pretende construir nuevos caminos que le permitan continuar indagando sobre cuestiones relacionadas con la plástica pictórica. En este sentido, mientras Eduardo mantiene esa inquebrantable fidelidad hacia la estructura formal, vemos cómo en sus lienzos más recientes la pincelada se vuelvemás fluida y las composiciones, aún haciendo uso de la geometría, se combinan con formas blandas, transparencias y chorreones. La pugna entre la contención formal y la pulsión de los colores hace de esta nueva serie una especie de transición hacia posiciones cada vez más complejas y llenas de matices.

Siguiendo con la idea de la fuga musical, si tomamos cada cuadro como una voz independiente,vemos como empieza a emerger un común denominador que apunta hacia un estudio minuciososobre la práctica de la pintura. Las cualidades físicas de la pintura y la naturaleza bidimensional del lienzo son efectivamente la materia prima a partir de la cual el artista investiga con el color, la luz o la composición. En Et Fuga vemos como esa vuelta al color se realiza a dos

velocidades; por una parte nos encontramos con aquellas piezas en las que los negros y los grises siguen dominando, permitiendo solamente ciertos fogonazos de color, y por otra, piezas en las que de forma evidente las masas cromáticas toman protagonismo. Esta progresiva invasión del color se hace a expensas de la rigidez compositiva tan presente en Praeludium abriendo así la puerta a una relación más dinámica entre los diferentes elementos que componen el plano pictórico. Nos encontramos entonces como el rigor y la austeridad se suavizan en pos de brochazos más sueltos, y la opacidad de los negros desaparece en favor de las transparencias. El resultado más evidente de esta nueva etapa es un tipo de obra más liviana a la vez que compleja, que celebra el artificio de la pintura a través de la heterogeneidad de enfoques y el uso de múltiples recursos plásticos.

La obra de Eduardo Martín del Pozo se inserta dentro de la tradición pictórica abstracta española de la segunda mitad de siglo y va de la mano de artistas como José Guerrero o Miguel Ángel Campano. Et Fuga presta especial atención a la figura de este último y la influencia plástica y conceptual que tuvo, y sigue teniendo, en la obra de Eduardo Martín del Pozo. Ambos artistas mantuvieron una relación de amistad y admiración mutua desde que se conocieron en París en 2005. A través del estudio de la obra de Campano, Del Pozo se dio cuenta no solo de una genealogía compartida si no también de la existencia de rasgos comunes a la hora de entender la pintura, e incluso de procesos pictóricos como la variación o la repetición de motivos y temáticas concretas. Esta mirada atrás, hacia los clásicos, también se dio en el propio Campano cuando en los años 80 se sumergió de lleno en la tradición pictórica francesa revisando autores como Eugène Delacroix o Nicolas Poussin. Esta fijación le llevó a un estudio exhaustivo de series como Las Cuatro Estaciones de Poussin, y fue precisamente por medio de la repetición, la variación y la reducción de formas que Campano llegó a su ahora icónico lenguaje geométrico en blanco y negro. Resulta paradójico que Eduardo se encuentre actualmente realizando el camino inverso hacia el color y haciendo uso de la mismas herramientas conceptuales con el objetivo de obtener una mayor libertad gestual.

En Et Fuga se pueden ver cuatro obras de pequeño formato que la familia de Miguel Ángel Campano amablemente ha cedido a la galería. Dichas obras pertenecen a ese momento en el que Campano estudiaba de forma más intensa la obra de Poussin y en las que se puede apreciar esa metodología de trabajo antes mencionada que le llevó a la reducción de la forma -en este caso centrándose en el motivo de Ruth y Booz. Por su parte, vemos como a lo largo de su obra Eduardo Martín del Pozo se esfuerza también por agotar las posibilidades plásticas de ciertos motivos; si en el pasado fueron plantas o bodegones (al igual que hicieron tantos otros artistas como Ellsworth Kelly o Giorgio Morandi respectivamente), vemos como la obra reciente Del Pozo muestra especial interés por la composición, y más concretamente por la idea del plano. De esta manera, no es tanto una figura o motivo concreto lo que se pretende explorar si no más bien el encaje de formas y valores cromáticos. Mientras que la serie Praeludium es un tipo de pintura de aspecto plano y ordenado, ahora nos encontramos con una verdadera pulsión en la que los planos y las formas se entrelazan unos a otros generando dinámicas y ritmos muy productivos que recorren toda la superficie del lienzo. Esta relación activa y afectiva entre dichos elementos formales nos lleva a otro componente característico en la obra de Eduardo como es la noción del tiempo en sus varias acepciones —el tiempo que recorre las genealogías históricas de las que uno forma parte y el tiempo (performático) que se requiere para realizar una obra. También se refiere al tiempo embebido en la propia pintura, que al igual que la música, resulta de la combinación sus componentes, y por supuesto el tiempo que dedica el espectador a leer los lienzos.

Por último, en el caso de Et Fuga, el espacio también es importante. Como indica Pablo Pérez d’Ors, autor del texto del catálogo que acompaña esta exposición, “es particularmente apropiado que la exposición tenga lugar aquí, en Palma, puesto que Mallorca ha jugado un papel importante en la trayectoria artística y vital de Campano y también, de forma puntual aunque con mucha intensidad, en la de Eduardo”. A mediados de los años 80 Campano se instaló en Fornalutx, un pequeño pueblo de la Serra de Tramuntana, en el cual produjo gran parte de su amplia producción artística. D’Ors continua, “este encuentro, o más bien reencuentro, es una sabia decisión curatorial puesto que pone de relieve la afinidad de intereses, prácticas y maneras de entender la pintura de dos artistas amigos”. Efectivamente, esta exposición individual de Eduardo Martín del Pozo no solo muestra su obra más reciente si no que lo hace celebrando de forma sutil e íntima esa relación de influencia y admiración mutua que existió entre los dos artistas.

Eduardo Martín del Pozo (Madrid, 1974) vive y trabaja en Madrid. Ha realizado y participado en numerosas exposiciones en España, Francia, Alemania, Holanda, Italia o Estados Unidos entre las que se incluyen Centro de Arte de Alcobendas, Museo de Santa Cruz de Toledo, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Fundación Antonio Pérez (Cuenca), Fondation des États Unis (París), Cité Internationale des Arts (París), Centre de Création Contemporaine Usine Utopik (Tessy-sur-Vire), Fondation Le Corbusier (Paris), entre otras. Recientemente ha participado en la muestra On Music, comisariada por Markus Kersting -Raum MG 16 (Colonia, 2023)- o en Here We Go -Galería Fermay (Palma de Mallorca, 2022) y realizado exposiciones individuales en F2 Galería (Madrid, 2021) y en Luis Adelantado (Valencia, 2022). Su obra puede encontrarse en colecciones, tanto públicas como privadas, en España, Francia, Italia, Bélgica, México, Estados Unidos o Arabia Saudí, como Ministerio de Cultura, Patrimonio Histórico Artístico Español, Ayuntamiento de Valdepeñas, Colección Alicia Aza, Zuckermann Museum de Atlanta, Four Seasons Madrid, Saddle Madrid, Colección JLT y Colección Rucandio, entre otras.

Esta exposcion forma parte del programa ofical del Art Palma Brunch organizado por Art Palma Contenporani y recibe el apoyo del Consell de Mallorca, Ajuntament de Palma y el IEB.